sábado, 26 de marzo de 2011

Calle de Cea Bermúdez

Después de unos días de inactividad (los estudios no me han dejado escribir antes) seguimos para hablar hoy de la calle de Cea Bermúdez a petición de mi amigo Roberto.


La calle de Cea Bermúdez recorre un Kilómetro de distancia, nace donde acaba la calle José Abascal y termina en la Plaza de Cristo Rey, muy cerca de la ciudad universitaria.
Es una calle muy transitada por unir la zona de Castellana con el oeste de la ciudad.
El metro pasa por esta calle a través de estas paradas: Islas Filipinas, Canal y Alonso Cano, de la linea 7 de la red.

Francisco de Paula de Cea Bermúdez y Buzo, conde de Colombi (Málaga, 1772 - París, 1850)
Este diplomático fue nombrado por Fernando VII primer secretario de Estado y del Despacho (lo que llevaba aparejada la presidencia del Consejo de Ministros) en 1825, para tratar de buscar un camino intermedio entre el liberalismo del Trienio Constitucional (1820-23), que acababa de liquidar por la fuerza, y el realismo reaccionario de los apostólicos que ya comenzaban a agruparse en torno al infante Carlos María Isidro.
La experiencia fue muy breve, pues estos últimos provocaron su caída. Sólo hacia el final del reinado volvió a llamarle el rey a dirigir el gobierno, cuando el pleito sucesorio le había enfrentado ya con su hermano don Carlos (1832-33). Cea dirigió así el último gabinete de Fernando VII y el primero de María Cristina de Borbón, pues ésta le confirmó en el cargo al asumir la Regencia.
Cea representaba el casi imposible punto de encuentro entre los absolutistas más abiertos y los liberales más conservadores. Ya antes de morir Fernando VII adoptó unas cuantas medidas destinadas a atraer en apoyo de la causa de Isabel II a la opinión pública liberal: disolvió a los voluntarios realistas (foco de partidarios de don Carlos), purgó de ultras los altos mandos militares y dio carácter electivo a los Ayuntamientos.
Luego dictó un manifiesto en el que, intentando atraerse a los carlistas, entroncaba con la herencia del despotismo ilustrado al proponer un programa de reformas sin modificar el carácter absolutista de la Monarquía (la medida más significativa adoptada por su gobierno en esa línea fue la división provincial de Javier de Burgos de 1833, que ha perdurado hasta la actualidad).
El rechazo a su línea política tanto de los absolutistas (que se alzaron en armas) como de los liberales (que pedían una Constitución), obligó a la regente a echarse en brazos de estos últimos para salvar el Trono de Isabel, sustituyendo a Cea por Martínez de la Rosa en 1834. Odiado por todos, Cea partió al exilio en Francia. Antes de su muerte ocupó el cargo de consejero de María Cristina en el exilio.



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